En
1603, el astrónomo
alemán Johann Bayer publicó su obra
Uranometria, el primer
atlas astronómico en cubrir toda la
esfera celeste. Además de incluir las 48 constelaciones de Ptolomeo, Bayer añadió 12 adicionales, trazadas para el hemisferio sur, único lugar en el mundo donde se veían. Las mismas habían sido originalmente
cartografiadas por el navegante
holandés Pieter Dirkszoon Keyser, asistido por
Frederick de Houtman, durante un viaje por los mares del sur entre
1595 y
1596 (año en que muere Keyser en la expedición). La inclusión de estos nuevos grupos en el atlas de Bayer —la obra maestra de la época— aseguró su permancencia en la lista de constelaciones reconocidas. Éstas fueron:
- Apus, el ave del Paraíso
- Chamaeleon, el camaleón
- Dorado, el pez
- Grus, la grulla; se conoció como Phoenicopterus, el flamenco, en Inglaterra durante el siglo XVII
- Hydrus, la hidra macho
- Indus, el indio americano
- Musca, la mosca
- Pavo
- Phoenix, el ave fénix
- Triangulum Australe, el triángulo del sur
- Tucana, el tucán
- Volans, el pez volador
Los nombres tan exóticos (para la época) de estas nuevas constelaciones, muchas de las cuales reflejaban las nuevas realidades descubiertas durante las grandes exploraciones de esos años les aseguraron un éxito inmediato. Tan es así que rápidamente se incorporaron a la lista de constelaciones antiguas y se siguen usando al presente.
La obra de Bayer trajo otro cambio de percepción en cuando a qué es una constelación. En el pasado, los
griegos y demás pueblos de la antigüedad sólo reconocían como parte de una constelación aquellas estrellas que se usaban para trazar las figuras legendarias. Lo demás simplemente era espacio vacío. Bayer, en cambio, con sus planos, comienza a asignar a todo punto en el cielo su lugar como parte de una constelación.
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